Desde ASEPAL siempre hacemos hincapié en la importancia de que el EPI se adapte a las particularidades de la tarea y del trabajador para ofrecer una protección eficaz. Hay pocos ejemplos más ilustrativos que los equipos de protección respiratoria (EPR) para poner de relevancia que, sin una buena selección, la efectividad de un EPI queda seriamente mermada.
En el caso de los EPR, buena parte de la eficacia protectora del equipo se basa en evitar que la atmósfera del entorno penetre en el adaptador facial. Ello puede conseguirse mediante la creación de una presión positiva en el interior de la máscara, casco o capuz (caso de los EPR de presión positiva), o creando una interfaz tan hermética como sea posible entre el adaptador facial y el rostro del usuario.
Como el lector podrá imaginar, cuanto menor sea la hermeticidad de esta interfaz, mayor será la proporción de atmósfera exterior que penetrará hacia el interior del adaptador facial, siendo respirada por el usuario. Este fenómeno de paso de la atmósfera exterior hacia el interior del adaptador facial, se conoce habitualmente como “fuga hacia el interior”. Este parámetro se tiene en cuenta en la normativa aplicable a los EPR, traduciéndose bajo la denominación del Factor de Protección Nominal (FPN), como la relación existente entre la concentración de un contaminante en el exterior frente a la concentración de este mismo contaminante en el interior de la pieza facial.
Ya mencionamos por primera vez este factor hace unos meses, en otra entrada del blog comentábamos los fundamentos necesarios para realizar una buena selección de un EPR. En esta entrada comentábamos que el FPN se calcula en condiciones ideales, donde el ajuste o hermeticidad de la pieza facial se realiza por usuarios entrenados y en condiciones de laboratorio. Sin embargo, la realidad es que la mayoría de los usuarios de EPR utiliza sus equipos en condiciones que distan mucho de ser las ideales. Prueba de ello es el estudio presentado por FREMAP en 2011: “Eficacia en la utilización d ellos equipos de protección respiratoria. Evaluación cuantitativa del ajuste facial en mascarillas autofiltrantes”.
En este estudio, se estudiaba la eficacia del mencionado EPR a través de diversos parámetros, entre el que se encontraba el ajuste del EPR a la cara del usuario. Las conclusiones de dicho estudio arrojaban datos tan sorprendentes como que sólo el 9,4% de los sujetos de estudio presentaba un ajuste correcto entre la mascarilla autofiltrante y el rostro del usuario.
Adicionalmente, uno de los mayores problemas a la hora de utilizar EPR es que los usuarios no tienen el conocimiento necesario para saber si se han colocado de forma correcta el equipo, propiciando así un ajuste correcto. Incluso el EPR más elemental, como la mascarilla autofiltrante, requiere de un procedimiento de colocación y comprobación de ajuste muy específico, y que en caso de no cumplirse, tiene una incidencia muy negativa en la protección ofrecida.
Por todo ello, y dada la gran importancia que tiene el garantizar un ajuste correcto entre el EPR y el rostro del usuario, en la selección de este tipo de equipos deberemos tener una serie de consideraciones que redundarán en la mejor hermeticidad de la unión entre el equipo y el cuerpo del usuario. Como siempre, estas consideraciones se harán a dos niveles: sobre las particularidades del trabajador y sobre las condiciones en las que desarrollará la tarea que exige el uso del equipo.
En relación a las particularidades del trabajador, los principales aspectos a tener en cuenta son los siguientes:
En relación a las particularidades de la tarea, únicamente mencionaremos los parámetros más importantes a tener en cuenta a la hora de seleccionar el EPR:
Por último, resulta absolutamente esencial la realización de pruebas de ajuste por parte del usuario, lo cual implica a su vez que éste reciba formación adecuada acerca de cómo utilizar y mantener el EPI. Como decíamos, el uso correcto de un EPR no es intuitivo, y el usuario deberá recibir entrenamiento acerca de cómo utilizarlo de forma correcta. Así mismo, la forma de que el usuario se asegure de que se ha colocado el equipo de forma correcta requiere también de un proceso de aprendizaje.
Adicionalmente, la realización periódica de pruebas de ajuste cuantitativas con los usuarios que utilizan los EPR, constituye una buena práctica que redunda en el buen uso de los EPR. Este tipo de pruebas se realizan mediante el uso de un aparato de medición que incorpora un EPR de ensayo al que se incorporan diversos sensores que permiten medir el porcentaje de atmósfera exterior que fuga hacia el interior. La realización de este tipo de pruebas, y que en España se considera una buena práctica a implementar, es un requisito legal obligatorio en países como el Reino Unido o los EE UU.
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